Conclusión
El diseño de experiencias pedagógicas mediante rincones de juego ha demostrado ser un recurso valioso para enfrentar los desafíos del aula multigrado. Al incorporar dinámicas centradas en la cooperación, el trabajo colaborativo y la empatía, se ha observado cómo los estudiantes, especialmente los mayores, comienzan a interiorizar conductas prosociales como compartir materiales, respetar los turnos y brindar apoyo a los más pequeños. Estas interacciones fortalecen la convivencia diaria y promueven un entorno más armónico, basado en el respeto mutuo, reduciendo actitudes de imposición o exclusión.
Además, las propuestas implementadas en los rincones han ofrecido a los niños y niñas la oportunidad de practicar formas pacíficas de resolución de conflictos y de reconocer y expresar sus emociones con mayor claridad. A través de actividades lúdicas, cuentos y simulaciones, los estudiantes aprenden a poner en palabras lo que sienten, favoreciendo una comunicación más constructiva. Para la profesora Mariana, esta estrategia se convierte en una herramienta clave para abordar las dificultades en habilidades sociales y gestionar disputas cotidianas, fortaleciendo un clima emocionalmente seguro que favorece el aprendizaje y la sana convivencia.
Desde mi rol como maestro en formación, esta experiencia ha sido profundamente reveladora. Me ha permitido comprender la urgencia de integrar el desarrollo socioemocional dentro del currículo escolar. He aprendido a diseñar propuestas pedagógicas que no solo atienden el aspecto académico, sino que también nutren competencias esenciales como la empatía, la escucha, la autorregulación y la resolución de problemas. Esta vivencia me enseñó a valorar el juego como un vehículo poderoso hacia un desarrollo integral, y a adaptar mis estrategias pedagógicas a las realidades particulares de los estudiantes, reconociendo que el bienestar emocional es también una condición fundamental para aprender y convivir.